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Resistida y desafiada: una práctica subjetivante como camino posible

Lic Yanina Romani

“No hay escucha ni miradas neutrales, ambas se realizan siempre desde una posición teórica, clínica, institucional, ideológica, política y ética…” 
(Wassner, 2019)

En la actualidad, los/as profesionales que trabajamos en la clínica de la primera infancia nos encontramos, con mayor frecuencia, con niños/as que presentan obstáculos en su desarrollo. Entiendo a este último como un proceso breitling replica singular a través del cual el niño/a se constituye como sujeto, se apropia de la lengua en la que fue alojado y construye su lenguaje en situación de diálogo, habita su cuerpo, juega. Este proceso está condicionado por factores constitucionales, la historia libidinal, el contexto y con ello las marcas de época que nos atraviesan y que inciden en estilos de crianza y modos de habitar la maternidad/paternidad1.

En el espacio de lenguaje recibo a niños/as con problemáticas complejas que se dan a ver en el armado del cuerpo-lenguaje-juego y su emergencia se produce tempranamente. Hoy llegan cada vez más padres, con niños y replica uhren niñas cada vez más chiquitos y más graves. En ellos/as se ve afectada la apropiación de la lengua y construcción del lenguaje: niños/as que emiten sonidos sueltos; niños/as que no hablan, o lo hacen poco o casi nada o de manera ininteligible; niños/as que hablan en español neutro, tal como el lenguaje de los dibujos animados; niños/as que no se nombran como yo sino que utilizan la segunda o tercera persona; niños/as que no piden; niños/as que no comprenden las palabras y frases que escuchan, etc.


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Además se observan manifestaciones corporales que dan cuenta de problemas en el armado del cuerpo erógeno: niños/as que oyen pero parecen no escuchar; niños/as que ven pero no miran o la mirada se encuentra perdida; niños/as con falta de gestos expresivos;  niños/as con rechazo al contacto; niños/as muy quietos; niños/as con movimientos descontrolados, que se chocan con todo lo que se encuentran a su alrededor; niños/as cuyo cuerpo parece no estar habitado, etc.

En muchos/as el juego se presenta precario y reiterativo o no está presente al modo de juego simbólico; niños/as que se confunden con los objetos, no habiendo una distancia ni diferenciación entre ellos.  

En todos los casos se presentan dificultades en el armado de lazo con el otro/a.

El agravante es que, muchos de ellos/as, llegan ya diagnosticados con siglas del DSM, que los/as nominan despojándolos de su nombre propio y esto produce  efectos que atentan contra el proceso de humanización del niño/a: borran su singularidad, su historia y el contexto. El niño/a empieza a funcionar como portador de un trastorno al cual se le adjudica una causa neurobiológica. Para su abordaje se utiliza un plan con una metodología prefijada. De esta manera se pone todo el peso en el niño/a  y con esto se  desimplica a los/as adultos de lo que le sucede -tantos a quienes ejercen las funciones parentales como a los terapeutas  que llevan a cabo el abordaje-.

“Cuando se supone que alguien “es” ese diagnóstico, lo dejamos sin posibilidad de cambio y todo el trabajo que hagamos con él va a estar signado por esa idea de no-modificación, de destino ineludible. Es diferente tratar a un niño suponiendo que se trabaja con un sujeto, con alguien que puede desplegar sus posibilidades o que pueda construirlas a suponer que hay que adiestrarlo porque es alguien que nunca va a poder poner en juego sus deseos y pensamientos.” (Janin, 2011)

Por lo contrario, mi propuesta es detectar oportunamente las dificultades que se presentan en el desarrollo para intervenir de un modo subjetivante, sin hacer del diagnóstico y abordaje un destino con consecuencias invalidantes en la vida del niño/a y su familia.

Pienso en una Clínica del lenguaje a la cual la llamo “amorosa''. Ésta se construye desde la transferencia, desde el lazo que se teje con el niño/a y sus padres en la terapéutica. En el devenir de los encuentros nuestra mirada/escucha atenta del niño se dirige a:

La construcción de su lenguaje -tanto a nivel de la comprensión como de sus producciones-A sus manifestaciones corporales.Al modo de tratamiento de los objetos.A la modalidad de juego. A su modo de vincularse con el otro/a.

Además escuchamos a los padres, el relato familiar, lo que puedan o no decir/historizar. La lectura singular de esta escena entre-dos: terapeuta-niño/a- terapeuta/padres se enlaza con el contexto social, político, cultural, epocal. De la misma surgen las hipótesis que permiten ir pensando las intervenciones. 

Esta clínica del nombre propio - no anónima ni genérica- aloja a cada niño o niña que llega a la consulta en su singularidad y lo/a acompaña a transitar el tiempo de la infancia. Se la piensa con la complejidad del detalle y se sostiene con una ética que apuesta y anticipa un sujeto hablante-escuchante en cada producción del niño/a, aún allí donde otros ven una función afectada a reeducar. 

“Por eso mismo, más importante es que la clínica de bebés y niños pequeños esté sostenida por quienes no les interesa reeducar una función alterada, sino que allí surja un sujeto.“ (Coriat, 2021) 

Entiendo que “el lenguaje se produce con, para y por otro y no existe fuera de la relación: Yo/Tú, es entre ellos que algo circula, el habla”(Levín 2004).  Por lo tanto, no se enseña ni se aprende, sino que se construye en vínculo con otro/a -el terapeuta- que sostiene, que acompaña -al ofrecer palabra y escucha-; que trata de instalar y sostener la situación dialógica; que propicia el deseo de hablar con otro/a y para otro/a haciéndolo/a partícipe de lo que se tiene para decir.

“El lenguaje es eminentemente social. Lo que permite es la unión con otro, usando formas simbólicas, utilizando signos lingüísticos. Todas las actividades humanas tienen relación con el lenguaje. Es lo que posibilita integrarse y participar de la cultura. Es lo que da la pertenencia sociocultural y sociolingüística.”(Sobol, 2011)  

Esta clínica  se sustenta en la premisa del diálogo y el juego como constitutivo de la infancia y por lo tanto precisa de un terapeuta que se la juegue en cada encuentro y ponga el cuerpo -mirada, escucha, palabra, voz, contacto, sonrisa, actitud postural-, que dé el tiempo que cada niño/a necesite para sus conquistas y, por sobre todo, haga una renuncia a la comodidad de implementar programas reeducativos -que son más tranquilizadores y liberan la angustia y la incertidumbre a quien los administra-. 

Se trata de apostar a otros modos de abordaje, otras formas de construir espacios terapéuticos que sean respetuosos de los tiempos de infancia: con intervenciones humanizantes, artesanales, del caso por caso. Reinventarnos en cada encuentro a través de prácticas que se animen a desencuadrarse, a salir de lo esperado y previsible. Invito a  jugarnos a una clínica en la cual circulen más preguntas que respuestas, donde cada encuentro sea una novedad y la subjetividad de cada uno (tanto del terapeuta como del niño/a  pueda desplegarse.  

REFERENCIAS
1. Hoy debemos pensar el contexto de emergencia sanitaria, pandemia y aislamiento y los efectos que comienzan a observarse en los niños/as que llegan a nuestros espacios. 

BIBLIOGRAFÍA
Coriat, E. (2021). Desgrabación seminario breve “Clínica con bebés y niños pequeños” Octubre 2021 

Janin, B. (2011) La construcción de la subjetividad entre la violencia y la esperanza. En: Dueñas, G (comp.) La patologización de la infancia.¿Niños o síndromes? Buenos Aires: Noveduc

Levin, J. (2002). Tramas del lenguaje infantil. Buenos Aires: Lugar editorial. 

Sobol, I (2011) Experiencias de trabajo interdisciplinario que ofrece la fonoaudiología. En: Dueñas, G (comp.) La patologización de la infancia.¿Niños o síndromes? Buenos Aires: Noveduc

Wassner, B. (2019). Escuchar a los niños, el arte de acompañar. En: Tollo, M. (comp.) Escuchar las infancias. Alojar subjetividades y restituir derechos en tiempos de arrasamientos subjetivos. Buenos Aires: Noveduc.

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