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Relato de una práctica fonoaudiológica: transmitiendo mi experiencia en la clínica del lenguaje con niños.

No maltrates nunca mi fragilidad
Soy la fortaleza de mañana
Pedro Guerra - Jorge Drexler

Me llamo Yanina Romani, soy licenciada en Fonoaudiología. Mi práctica clínica se sitúa en tiempos de infancia, más precisamente en la clínica de los obstáculos en el lenguaje desde una perspectiva subjetivante[1]. Quisiera transmitir rolex replica brevemente mi recorrido profesional, el cual me permitió construir este rolex replica posicionamiento  clínico desde el cual me asumo y pongo en acto.

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Hace unos años inicié una travesía <a href="https://www.opuhren.de/kategorie/omega-replica-uhren/" title="omega replica" >omega replica</a> personal buscando formación: lecturas, seminarios, supervisiones. Es en este encuentro con otros que me nutrí de algunos conceptos que me posibilitaron  pensar otros modos de abordaje en la clínica con niños. Recorrido que me permitió entender a la práctica clínica, no como una repetición de lo <a href="https://www.opuhren.de/kategorie/omega-replica-uhren/" title="omega replica" >omega replica</a> mismo para todos -a modo de receta de cocina- ni como lugar de aplicación de las conceptualizaciones -que ciertamente orientan nuestras prácticas-. A mi modo de ver, la clínica emerge del entramado entre los conceptos -esos que nos van a brindar un marco conceptual, un lugar donde posicionarnos- y  lo singular -incalculable, impredecible, inclasificable, la incertidumbre que nos enfrenta al saber no todo-. Entonces surgen interrogantes que nos alejan de las certezas:

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¿Qué vamos a hacer? ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Dónde? ¿De qué manera? ¿En qué momento? ¿Con qué frecuencia? ¿Con quiénes? ¿Con el niño? ¿Con los padres? ¿Con la institución? ¿Con otros profesionales?

Lo singular no está anticipado en ninguna teoría o cálculo. No hay ningún manual, enciclopedia, compendio que pueda anticipar todo lo que sucede en la clínica del lenguaje en tiempos de infancia. Por eso las prácticas, según mi perspectiva, no pueden reproducirse de manera idéntica. Esto da lugar a posibilidades infinitas –en tanto somos diferentes terapeutas, padres, niños, contextos, momentos- pero hablando de prácticas voy a sentar posición:  No cualquiera, ni de cualquier manera.

Hay lugares por donde puedo ir pero hay otros por donde no voy a ir nunca ya que mi posición amasada en una ética -ética del cuidado de las infancias- no me lo permite. Retomaré luego este punto.

Los conceptos de los cuales me fui nutriendo me permiten pensar a la infancia como un tiempo de constitución de un sujeto -sujetado al lenguaje, sujeto del lenguaje- y como tiempo de conquistas: del propio cuerpo, del lenguaje, del juego y del lazo con el otro.

“Desde ser un recién nacido que es pura biología por su inmadurez, con una fuerte necesidad de contención y manejo de sus demandas instintuales, este recorrido lo lleva a transformarse en un sujeto interrelacionado con el medio, del que toma y al que da elementos en intercambio, que ha logrado la construcción del lenguaje y que está capacitado para investigar e incluirse en la cultura.” (Kremenchuzky, 2021, p.87)

Para esto se necesita de la relación entre el niño y su Otro primordial desde tiempos primordiales e instituyentes. Otro -encarnado en los otros que de él se hacen cargo- que en disponibilidad y  con sus cuidados maternos primarios lo bañará de lenguaje, lo vestirá de miradas y lo abrigará de caricias, arrullos y juegos de crianza en un  vínculo  entretejido con los avatares de la época y  los contextos.

 Siguiendo a Juana Levin (2002) “el lenguaje se produce con, para y por otro y no existe fuera de la relación: Yo/Tú”.  Por lo tanto, no se da natural ni espontáneamente, tampoco se enseña ni aprende, sino que se construye en relación con Otro que le provee la lengua para que sea el niño el que la aprehenda[2] y haga propia en un laborioso proceso de construcción del lenguaje que tiene por núcleo original a la situación dialógica.

Así el niño pasará de ser mirado, jugado, tocado, hablado-escuchado por su Otro primordial a mirar, jugar, tocar, jugar, habla-escuchar a y con otro. Tiempo en que el infans -el que no habla[3]- pasará a tener palabra propia  y asumirse paulatinamente en cada uno de sus enunciados y así seguir una travesía repleta de conquistas.

Esto es lo esperable, pero a la clínica llegan aquellas trayectorias con tropiezos u obstáculos. Llegan cada vez más tempranamente al espacio de lenguaje padres con niños cada vez más graves que requieren de una clínica jugada: artesanal, de las hipótesis diagnósticas, singular, del nombre propio, del tiempo, del juego[4] y de la complejidad del detalle.

Pienso a la clínica como eso que sucede  en el “entre” transferencial terapeuta- niño-padres[5]. Como punto de partida me parece necesario realizar un registro de los observables clínicos[6] -a nivel del lenguaje, cuerpo, juego, lazo con el otro-. Voy haciendo una lectura de las producciones del niño articuladas al discurso parental.  Escucho y leo lo que sucede en los encuentros desde un lugar que entiende los síntomas como un modo de decir singular acerca de algún padecimiento, dentro de una escena en la que se ve implicado no solo el niño  sino también sus padres o quienes ejercen las funciones parentales.

Esta clínica del saber no todo[7], de la incertidumbre, a veces angustia. Si bien, como dije anteriormente, desde esta perspectiva las posibilidades de prácticas son infinitas, en tanto se construye en la singularidad del terapeuta, del niño y su familia,  no es cualquiera ni de cualquier manera. Hay una ética que se pone en juego y que me impide ir por algunos lugares como el de los diagnósticos rápidos, precoces, inesperados, que además miden, cuantifican, clasifican, etiquetan -sin tener en cuenta la historia singular de ese niño, sus padres, el contexto-. Éstos lejos de ser propiciantes se convierten en condenatorios (Coriat 2006). De la mano de estos diagnósticos se dan terapéuticas a modo de técnicas iguales para cada nomenclador, que están lejos de ser intervenciones singulares, artesanales y subjetivantes.

Me gustaría tomar posición al oponerme a los usos y abusos de los diagnósticos invalidantes que determinan en un niño el sello de la patología. Siglas que no dicen nada de “ese niño” y sus padres.

 Para concluir

Los niños tienen derecho a terapéuticas que respeten sus tiempos, a ser mirados, escuchados, hablados -como donación- y no enseñado[8]. Que contemplen el juego y el diálogo.

“Las infancias son múltiples y precisan fundamentalmente de adultos en disponibilidad para atenderlas, cuidarlas, educarlas (…) no se trata de ‘normalizar’ las infancias, sino de alojarlas” (Untoiglich, 2019 p 74)

Tienen derecho a profesionales que jueguen y se la jueguen en cada intervención y que como sostiene Untoiglich (2019) ofrezcan prácticas respetuosas de los tiempos de cada quien, algo fundamental en las infancias.

Tienen derecho a infancias libres de etiquetas y esta es nuestra responsabilidad profesional.

 

Bibliografía

Coriat, E. (2006). El psicoanálisis en la clínica de niños pequeños con grandes problemas. Buenos Aires: Lazos.

Filidoro, N. (2018).  Prácticas psicopedagógicas, conceptualizaciones teóricas, posición profesional. Pilquen (15).  42-50.

Kremenchuzky, J. (2021). Travesías del desarrollo infantil. Los primeros mil días. Buenos Aires: Entreideas.

Levin, J. (2002). Tramas del lenguaje infantil. Buenos Aires: Lugar editorial.

Untoiglich, G. (2019).  ¿Cómo escuchamos a los niños y niñas que no hablan? La ética y la clínica como política. En: Tollo, M. comp. Escuchar las infancias. Alojar singularidades y restituir derechos en tiempos de arrasamientos subjetivos. Buenos Aires: Noveduc

[1] Dentro de esta perspectiva existen distintos modos de hacer clínica, en tanto somos seres singulares y nos nutrimos de distintas lecturas, formaciones y la construimos atravesados por nuestra subjetividad.

[2] El niño se irá apropiando de la lengua con sus subsistemas: fonológico, semántico y sintagmático y la encarnará poniéndola en acto a través de su habla.

[3] Entiendo que hablar es hablar a otro, dialogar con otro diferente, en un tiempo y espacio dentro de la situación dialógica.

[4] El juego es la actividad esencial de la infancia, no como herramienta sino como constitutivo. Es jugando como adviene un niño, se apropia de la lengua, construye su lenguaje y habita su cuerpo.

[5] Ésta clínica no deja por fuera a los padres, los involucra. Entendiendo que un niño no es sin los padres, el trabajo con ellos es decisivo, pero siempre en función de su hijo.

[6] Éstos nos dan cuenta del momento de la constitución subjetiva que el niño/a está atravesando, del armado del cuerpo y de la construcción del lenguaje. Y de qué modo está haciéndolo.

[7] Sabemos algunas generalidades sobre algunos temas pero no sabemos nada acerca de ese niño y de esos padres que nos demandan un abordaje.

[8] El lenguaje no se enseña ni se aprende, se construye en vínculo con otros, en  diálogo.

Yanina Romani. Lic. en Fonoaudiología – UNR -1998. Jefa de Trabajos Prácticos de la asignatura Ciencias Biológicas, Escuela de Fonoaudiología, UNR. Profesora de la asignatura “Lenguaje y Subjetividad, vicisitudes de la clínica interdisciplinaria” de la Diplomatura en Estimulación Temprana y Promoción del Desarrollo Infantil (IUNIR). Pasantía en la Unidad de Enseñanza Práctica de la Facultad de Psicología del IUNIR efectuando tareas de coordinación del equipo de profesionales. Miembro fundador e integrante de la Comisión Directiva de la Asociación Civil Fórum Infancias Rosario. Autora de diversos libros y artículos. Expositora en jornadas sobre clínica del lenguaje con niños. Se desempeña en la Clínica con niños con perturbaciones en la construcción del lenguaje.

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Colegio de Fonoaudiologos de Rosario